Pepepérez Cuentacuentos es un narrador de historias, porque se crió escuchándolas de pequeño en la posada donde nació y creció. Allí los arrieros y las personas que se alojaban en ella se reunían al atardecer para contarse los sucedidos, chascarrillos, leyendas, refranes, fábulas, poemas o canciones que se sabían o que se inventaban, que de estos había muchos. Las contaban sin más, sin importarles la técnica ni las formas, unos convencían más que otros, unas gustaban más que otras, pero los demás escuchaban atentamente y a veces las enriquecían con sus propias vivencias.
Pepepérez Cuentacuentos aprendió a escuchar, algo imprescindible para luego poder contar, aprendió a respirar las palabras, a sentir las historias desde las entrañas, a confabularse con los personajes y a pelearse con muchos de ellos, a mirar a los ojos de los que escuchan y de los que hablan, en definitiva vivir los cuentos, sin más, como la gente de la posada.
A veces los cuentos le llegan solos, por pura inspiración, mientras viaja o mira las musarañas. Otras los encuentra en los libros o en los álbumes ilustrados que son una fuente de riqueza visual y emocional importantes. Y muchos los escucha aquí o allá. Una vez recogidos en la memoria los deja macerar para que cojan sustancia y no los deja salir hasta que ellos mismos se lo piden, las historias saben cuando tienen que salir, aunque a veces salen sin estar bien maceradas, se les nota que están verdes y no dejan buen sabor de oído al que las escucha, pero como dice un proverbio romano “Por la ignorancia nos equivocamos y por las equivocaciones aprendemos”, y Pepepérez Cuentacuentos lleva toda una vida tropezando y levantándose para hacer ese camino de cuento que emprendió hace casi una treintena de años y que disfruta cada día como si fuera el primero algo que le mantiene encendida la ilusión de vivir.