A LAS 12,30
#cuentoBD En la puerta de la catedral, dándole vueltas a cómo declararse y sin uñas que mordisquear, esperaba que el reloj marcara las 12,30. Tres minutos faltaban para la hora señalada cuando recibió un mensaje, nada halagüeño, con el que envolvió las alianzas en lágrimas. Mejor que te dejen en la puerta que en el altar, pensó días más tarde. Quien no se consuela es porque no quiere.
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